Alimentos funcionales
- Eliminar algún componente que pueda ser problemático para ciertas personas, como la lactosa de la leche.
- Aumentar la concentración de un componente para que la ingesta que realiza el consumidor se acerque a la dosis recomendada, como por ejemplo el calcio de la leche enriquecida.Añadir un componente que no estaba presente, como el ácido omega-3 en algunas marcas de leche.
- Reemplazar macronutrientes, como es el caso de la grasa en algunos productos bajos en grasa.
- Aumentar la biodisponibilidad o estabilidad de un componente presente en el alimento, como el caso de las leches enriquecidas con calcio y vitamina D.
- respaldar las alegaciones nutricionales con estudios científicos rigurosos en los que se investigue no sólo la efectividad del alimento, sino también la cantidad que se necesita consumir para obtener el beneficio que se publicita.
- Indicar estos dos aspectos tanto en el etiquetado como en la publicidad del producto.
Este vacío legal ha llevado a muchas industrias alimentarias a anunciar sus productos como si fueran la panacea universal, el bálsamo de fierabrás o los tónicos que se vendían en los medicine shows del lejano oeste americano. Por supuesto, salvando las distancias, entiéndase la comparación. Existen claras diferencias; la principal: en el caso de los alimentos funcionales existe una base científica.
Para que quede un poco más claro, en mi opinión, los alimentos funcionales se podrían englobar en los siguientes grupos:
- los que son verdaderamente efectivos, porque al consumirlos en cantidades normales aportan los beneficios que publicitan.
- los que en en principio son efectivos pero para que aportaran beneficios a nuestra salud deberíamos consumirlos en cantidades ingentes (es decir, en realidad no son efectivos).
- los que se sospecha que pueden ser efectivos pero no se ha encontrado una relación causa-efecto. Esto suele ser porque anuncian beneficios demasiado generales (Por ejemplo: «beneficioso para el corazón» ¿en qué sentido?). O porque se añaden compuestos que sí son efectivos en el laboratorio, pero no en el organismo.
- los que no son efectivos en absoluto.
El panorama cambiará previsiblemente a finales de este año, cuando la Comisión Europea tiene previsto hacer oficiales los resultados de un estudio sobre las alegaciones saludables de más de 2.700 sustancias que se utilizan o se quieren utilizar para anunciar este tipo de alimentos. Dicho estudio, que se hizo público el pasado 28 de julio, fue realizado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) entre el año 2008 y el año 2011 y se puede consultar aquí.
Algunos ejemplos
El informe de la EFSA es muy extenso (recuerda que son más de 2.700 sustancias), así que tengo que dedicarle mucho tiempo y en esta ocasión no lo tengo. En el diario El País tratan esta noticia y exponen algunas conclusiones del informe. A continuación enumero algunas de ellas:
Una de cal:
- Sustituir el azúcar por xilitol, sorbitol y otros edulcorantes reduce la caries. Verdadero. El azúcar común, es decir, la sacarosa, es fermentada por las bacterias presentes en la boca y como resultado se obtienen ácidos que dañan el esmalte de los dientes. La sustitución de azúcar por edulcorantes como xilitol y sorbitol reduce ese riesgo, ya que éstos no son fermentables (ya hablamos sobre ello aquí)
- Los esteroles vegetales (fitoesteroles) ayudan a reducir el colesterol LDL (el colesterol malo). Verdadero. Para ello hay que tomar 0,8 gramos por día. No se consideran apropiados para mujeres que amamantan o menores de cinco años.
Y otra de arena:
- Los bífidos ayudan a las defensas. Falso. Los bífidos son bifidobacterias que aparecen en muchos de los yogures que se anuncian como los remedios para algunas enfermedades ya que supuestamente refuerzan nuestro sistema inmune. Hay distintas cepas de biidobacterias y cada empresa utiliza la suya. La conclusión general de la EFSA es que no hay pruebas que demuestren que hay una relación entre estos productos y una disminución de los agentes patógenos en el sistema digestivo.
- Los arándanos reducen las infecciones del tracto urinario de las mujeres. Falso. Según la EFSA: «las pruebas aportadas son insuficientes para establecer una relación entre el consumo de proantocianidinas de los arándanos y una defensa contra las bacterias patógenas».
Conclusiones
La mayoría de los alimentos funcionales que hay en el mercado en la actualidad (más del 80%) no están probados científicamente. Aún así se publicitan sus supuestos beneficios para la salud, sin estar respaldados por estudios científicos rigurosos y sin indicar la dosis necesaria para que estos beneficios se manifiesten. Esto no quiere decir que ninguno sea efectivo en absoluto. Solamente quiere decir que algunos no son efectivos y que otros necesitan ser respaldados mediante investigaciones científicas rigurosas que avalen (o no) estos beneficios.
Los alimentos funcionales que son efectivos, más allá de ser un extraordinario filón económico para las empresas alimentarias, mejoran la calidad de vida de la población. Hay que tener en cuenta que para desarrollar estos alimentos es necesario invertir mucho tiempo y muchos recursos tanto humanos como materiales.
El hecho de comercializar «alimentos funcionales» que no aportan ningún beneficio real no hace sino desprestigiar al conjunto de los alimentos funcionales, a la industria alimentaria en general, y a la investigación alimentaria en particular.
Durante estos días leeré el extenso informe de la EFSA para exponer las conclusiones más importantes en próximos posts.
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