Si tienes hijos o menores a tu cargo y te preocupa su alimentación tal vez pienses que en el colegio debería incluirse de forma obligatoria una asignatura sobre nutrición. A priori puede parecer una buena idea pero ¿realmente lo es?
Con el comienzo de un nuevo curso escolar se reabre un debate que lleva tiempo en boca de muchos profesionales sanitarios y, en general, de buena parte de la sociedad: la inclusión de una asignatura sobre alimentación saludable en los planes de estudio. Se trata de una propuesta que ha pasado incluso por el Parlamento Europeo, aunque sin éxito por el momento, y que obedece sobre todo a la necesidad de poner solución a lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) califica como “uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI”: el exceso de peso en la población infantil. A diferencia de lo que mucha gente cree, no hablamos de una situación hipotética que pueda suceder en un futuro, sino que es algo que ya está ocurriendo. Para que te hagas una idea, en España el 43% de los niños entre 7 y 8 años padece obesidad o sobrepeso y los casos de diabetes tipo 2 han aumentado un 50% en los últimos 10 años. No es de extrañar, considerando que la alimentación de niños y adolescentes es, en general, desastrosa. Refrescos, bebidas energéticas, galletas, bollería, chocolates y postres lácteos azucarados están omnipresentes en la dieta de muchos menores, lo que sitúa este rango de edad (9-17 años) a la cabeza del consumo de azúcar, con una media de 50 gramos diarios por persona (según la OMS lo recomendable a esas edades sería no superar los 37 gramos, aunque si la ingesta se redujera a un máximo de 18 gramos se obtendrían beneficios adicionales).
Ni que decir tiene que esta situación necesita de medidas urgentes. Para algunas personas la solución pasa única y exclusivamente por la educación y defienden que la inclusión de una asignatura sobre alimentación saludable en los planes de estudio sería suficiente para poner fin al problema. Lamentablemente la cosa no es tan sencilla, ni mucho menos. Para empezar, el exceso de peso en la población infantil obedece, no sólo a una falta de conocimientos, sino a muchas otras causas. Por ello es necesario seguir una estrategia global encaminada a tomar medidas en diferentes ámbitos. Entre ellas: regular la publicidad de productos insanos dirigidos al público infantil, evitar su patrocinio por parte de sociedades relacionadas con la salud, incluir la figura del dietista-nutricionista en el sistema nacional de salud, mejorar la formación del personal sanitario y educativo, ofrecer información rigurosa a los adultos que tienen menores a su cargo, fomentar el consumo de alimentos saludables, gravar con impuestos ciertos productos como las bebidas azucaradas, mejorar el etiquetado… En cualquier caso, la inclusión de una asignatura sobre alimentación y salud en el sistema educativo parece a priori una medida positiva pero plantea un buen número de interrogantes.
¿Qué contenidos formarían parte de la asignatura?
Obviamente este es uno de los aspectos más importantes. En este sentido se corre el riesgo de caer en un error que lamentablemente es muy frecuente: ofrecer información sin fundamento científico o desactualizada. Hablamos por ejemplo de dogmas muy presentes en el día a día como la pirámide alimentaria, “la necesidad de comer de todo un poco” o eso de “no hay alimentos buenos ni malos”, que en lugar de contribuir a una buena alimentación consiguen más bien todo lo contrario.
Otro error en el que se puede caer fácilmente es el de centrarse en mostrar información detallada y compleja (por ejemplo hablar de calorías y de la composición de carbohidratos, lípidos o proteínas) y perder de vista lo realmente importante: ofrecer herramientas sencillas que permitan discernir entre alimentos saludables y productos insanos o hablar de la necesidad de reducir el consumo de estos últimos.
¿Quién elaboraría el material didáctico y quién lo impartiría?
Los profesionales más indicados para este papel son los dietistas-nutricionistas. ¿Se contaría con su participación?
¿A qué edad sería más adecuada?
La edad del alumnado determinaría no solamente el contenido del material didáctico a impartir, sino también su impacto en la población infantil. ¿Se lograrían mejores resultados a edades tempranas (4 años) o a edades más avanzadas (10-14 años)? ¿O quizá habría que realizar una formación continua a lo largo de toda la etapa escolar?
¿Resultaría útil limitar la enseñanza de este tipo de cuestiones al formato de una asignatura?
En docencia la tendencia actual va encaminada a trabajar con proyectos prácticos y multidisciplinares en lugar de dividir el conocimiento en forma de asignaturas. Y es que el mundo que nos rodea no está compartimentado. Por ejemplo para estudiar la fotosíntesis se pueden poner en práctica conocimientos de biología, de física y química, entre otros. Además reducir la enseñanza de alimentación y salud a una asignatura podría ofrecer la idea de que se trata de algo desconectado de la realidad cotidiana y a lo que basta con dedicarle una hora a la semana.
Por otra parte, de poco sirve incluir en los planes de estudio una asignatura de alimentación y salud si el entorno escolar no es coherente con lo que ahí se enseña. Por ejemplo, ¿los almuerzos y los menús del comedor son saludables o por el contrario incluyen productos insanos como galletas y lácteos azucarados? ¿Se fomenta de forma indirecta el consumo de este tipo de productos mediante eventos patrocinados (por ejemplo actividades deportivas o excursiones a fábricas de productos insanos)?
Por supuesto es necesario educar a los más pequeños en materia de alimentación y salud pero ¿cuál es la mejor forma de hacerlo? Quizá la inclusión de una asignatura específica podría resultar de utilidad en caso de ser impartida de forma adecuada pero, como acabamos de ver, plantea ciertas dificultades que hay que tener en consideración ya que de lo contario podría resultar incluso contraproducente. En cualquier caso, es imprescindible educar en este sentido y hacerlo de forma transversal y a lo largo de toda la etapa formativa, fomentando hábitos saludables en el entorno escolar.
Interesante artículo, sobre todo hoy en día en el que se pretende que, desde la escuela, demos solución a problemas que deberían tener una solución más global, que implicara a la sociedad en general y a los padres y madres en particular.
Por mi experiencia personal, sé que en Infantil se trabajan estos contenidos mediante unidades transversales. En Secundaria, se trabajan en 3º de la ESO en la asignatura de Biología. Cuando la he impartido, hemos realizado un proyecto en el que debían analizar su dieta durante una semana y elaborar un informe, incluyendo conclusiones. Los resultados eran devastadores. Un alto porcentaje de alumnos comía, a diario, comida rápida (pizzas, hamburguesas…) y muy pocos eran los que consumían frutas y verduras de manera regular. Comentaban que en sus casas prefieren que coman, aunque sea mal, a que no coman nada.
Con esto, se entiende que, por mucho que intentemos educar desde la escuela en hábitos saludables de alimentación, si en las casas, las personas responsables de su dieta no son conscientes de su importancia, por falta de información o por falta de tiempo, o cualquier otro motivo, poco podemos hacer nosotros. Necesitamos una solución global en la que participemos todos los implicados en la formación y educación de los niños y niñas.
Gracias y un saludo.
Ana