Hace unos días Galicia anunció que quiere prohibir la venta y el consumo de bebidas “energéticas” a menores. Esta medida se explica por la preocupación ante el aumento del consumo en ese grupo de población y los posibles efectos adversos que eso puede suponer para su salud, tanto desde el punto de vista físico como psicológico. ¿Se llevará a cabo finalmente esa prohibición? ¿Se extenderá al resto del país? ¿Se tomarán otras medidas? ¿Qué tienen de malo las bebidas «energéticas»? ¿Son peligrosas? ¿Por qué se consumen tanto? A continuación trataremos de responder estas y otras preguntas.
Cada vez que voy a un instituto a dar una charla, los profesores me piden que trate el tema de las bebidas «energéticas» para advertir a los adolescentes de sus riesgos, porque están horrorizados ante lo que ven a diario. Muchos consumen estas bebidas a menudo, incluso desde primera hora de la mañana, a modo de desayuno, y hay quien toma varias latas al día, cada día. Esto no solo preocupa a los docentes. También inquieta a profesionales sanitarios, expertos en alimentación, personas con menores a su cargo, etc. Pero, ¿qué problema hay con estos productos? Comencemos por el principio.
¿Qué son las «bebidas energéticas»?
En pocas palabras, las bebidas «energéticas» son «refrescos» que se caracterizan por contener una elevada cantidad de cafeína (más de 15 mg/100 ml). Suelen incluir además ingredientes a los que se les atribuyen supuestos beneficios, como taurina o extractos de diferentes plantas (por ejemplo, guaraná o ginseng), entre otros. Muchas además contienen una enorme cantidad de azúcar.
Esta es una definición de andar por casa porque lo cierto es que este tipo de productos no está definido legalmente. En la normativa sí podemos encontrar alguna referencia al nombre «bebida energética», pero se utiliza porque esta denominación está aceptada por el uso y es bien conocida, no porque exista una definición legal. Es decir, se trata simplemente de un nombre comercial que se utiliza de forma coloquial. De hecho, no existe una normativa que regule estas bebidas de manera expresa. En la legislación española se incluyen dentro del grupo de las «bebidas refrescantes», así que no se hace distinción entre ellas y un refresco de cola, por ejemplo.
¿Por qué preocupan tanto las bebidas «energéticas»?
Estas bebidas preocupan tanto por tres motivos. El primero es su composición, especialmente por su elevada cantidad de cafeína, que puede afectar negativamente a la salud física y mental, especialmente en personas jóvenes, dado que su organismo está en desarrollo y su peso corporal es menor que en el caso de personas adultas. Paradójicamente los menores son quienes más consumen estos productos y este es el segundo motivo de preocupación.
Según un informe publicado por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), en el año 2013 el 62% de la población española de entre 10 y 18 años tomaba estos productos, frente al 31% de la población adulta y el 26% de la población infantil (6-10 años).
Si consultamos otras fuentes, las cifras varían sensiblemente, quizá debido a las diferencias en la muestra de población estudiada. Según la Encuesta sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias (ESTUDES, 2022), en el año 2021 casi la mitad de las personas encuestadas (45%), de entre 14 y 18 años, había consumido bebidas “energéticas” en el último mes, concretamente un 51% de los chicos y un 39% de las chicas.
Considerando todos estos datos podríamos decir que en torno al 50% de los adolescentes consumen estas bebidas de forma habitual.
El tercer motivo de preocupación es que el consumo de estos productos no deja de aumentar. Por ejemplo, según la encuesta que acabamos de mencionar (ESTUDES), la prevalencia de consumo entre las chicas de 14-18 años pasó del 31,1% en 2019 al 39% en 2022. Red Bull, que es la empresa líder en el mercado, vendió en 2022 un 18% más en volumen que un año antes, alcanzando las mejores cifras de su historia y, en general, en España, el consumo de este tipo de bebidas registra crecimientos anuales que superan el 13%.
Por todo ello resulta sorprendente y preocupante que estas bebidas aún no estén recogidas de forma específica en la legislación.
Consumo de bebidas «energéticas» y alcohol
Por si todo ello fuera poco, hay otro motivo de preocupación y es que muchas personas las consumen mezcladas con bebidas alcohólicas. Según el estudio ESTUDES (2022), en España aproximadamente el 17% de estudiantes de secundaria (14-18 años) las consumía de ese modo en 2021. Esto puede multiplicar los riesgos, dado que el efecto estimulante de la cafeína puede enmascarar el efecto depresor del alcohol, con lo que es más fácil llegar a consumir dosis peligrosas de este último.
¿Qué cantidad de bebidas «energéticas» se consume?
Según el informe de la EFSA que ya hemos citado, el consumo medio en adolescentes (10-18 años) era de aproximadamente dos litros al mes (recordemos que son datos del año 2013; probablemente hoy sea mucho mayor). Aunque algunos de ellos consumían una cantidad mayor: el 12% se identificó como «consumidores crónicos elevados», es decir, tomaban estas bebidas 4-5 veces a la semana o más, con un consumo medio de 7 litros al mes, mientras que otro 12% se identificó como «consumidores muy agudos», lo que significa que consumían al menos un litro de estas bebidas en cada ingesta.
Por si fuera poco, los niños europeos de entre 6 y 10 años que consumían estas bebidas tomaban de media 0,5 litros por semana. Además, el 16 % de los niños encuestados eran
consumidores “crónicos elevados”, es decir, consumieron bebidas energéticas de 4-5 veces por semana o más, con un volumen medio de casi 1 l/semana, es decir, en torno a 4 l/mes.
¿Por qué se consumen tanto las bebidas «energéticas»?
Una de las cosas más sorprendentes de estas bebidas es el éxito arrollador que han conseguido en pocos años. Por ejemplo, en el Reino Unido, las ventas aumentaron un 155% entre 2006 y 2014. Para entender este fenómeno, podemos preguntar a los consumidores habituales para averiguar cuál es su principal motivo para tomarlas. Fue lo que se hizo en el informe de la EFSA. En él se hace distinción entre los adultos y los adolescentes, y las respuestas son diferentes para cada caso.
Los adultos consumen estas bebidas principalmente «para obtener energía» (40%), aunque también por otros motivos: «para mantenerse despiertos» (18%), «por su sabor» (16%), «para conducir durante largo tiempo» (8%), «para aumentar la concentración» (6%), «para mejorar el rendimiento deportivo»(5%), «para estimular el metabolismo»(4%) o «para la resaca» (1%).
Por su parte, los adolescentes toman estas bebidas principalmente «por su sabor» (40%). Aunque para otras personas el principal motivo es otro: «para obtener energía» (21%), «para mantenerse despiertos» (17%), «para mejorar el rendimiento deportivo» (7%), «para la resaca» (4%), «para aumentar la concentración» (3%), «para estimular el metabolismo» (2%), «para conducir durante largo tiempo» (2%).
Todas estas respuestas pueden darnos alguna pista sobre el éxito de estas bebidas, pero no debemos olvidar algo muy importante que a menudo pasamos por alto. Nuestras decisiones a la hora de elegir lo que comemos (en este caso, lo que bebemos), no son tan conscientes ni tan libres como solemos pensar, sino que están muy condicionadas por factores externos. Es decir, cuando un chico de 16 años elige beber una lata de Monster, no lo hace simplemente «porque le gusta su sabor» o «para obtener energía», sino porque muchos factores, especialmente relacionados con su entorno, favorecen que lo haga. Para entenderlo podemos hacer un repaso rápido a lo que ha ocurrido con estos productos en España durante los últimos años.
La primera bebida energética que se hizo popular en este país fue Red Bull, que comenzó a venderse en el año 1996. En un primer momento, su mercadotecnia parecía dirigida sobre todo a adultos jóvenes, asociando su imagen a deportes extremos (paracaidismo, wingsuit flying, deportes de motor, etc.) y transmitiendo la idea de que el consumo de esta bebida otorgaba energía y vitalidad para hacer cualquier cosa que te propusieras. Ya sabes, «Red Bull te da alas».
En los años posteriores, muchas otras marcas, como Burn, Monster o Rockstar, fueron entrando en escena y eso transformó el panorama por completo. En un corto espacio de tiempo asistimos a varios cambios que explican en buena parte la situación actual (para hacernos una idea, entre 2008 y 2012, la facturación creció un 60%):
- comenzó a haber una importante variedad de marcas, lo que aumentó la presencia de estos productos en los comercios y en los espacios publicitarios,
- los precios se hicieron más asequibles, en parte por la entrada en el mercado de las marcas blancas,
- los formatos comenzaron a ser más grandes. En un comienzo lo habitual era encontrar estas bebidas en latas de 250 ml, como ocurría con Red Bull. Pero de repente la mayoría de las marcas comenzaron a comercializar sus productos en formatos más grandes, de 500 ml.
- la mercadotecnia se intensificó y comenzó a dirigirse a un público más joven. La publicidad ya no se centraba solo en deportes extremos, sino que también empezó a ocupar espacios de ocio frecuentados por adolescentes: eventos relacionados con videojuegos, deportes o música, canales de YouTube, Twitch y otras redes sociales, etc.
Si somos personas adultas de cierta edad, quizá no nos hayamos percatado mucho de todos estos cambios (sobre todo si no tenemos relación con personas adolescentes). Y puede que estas bebidas nos parezcan algo relativamente reciente y nos resulten ajenas. Pero para las personas más jóvenes, las bebidas «energéticas» siempre han estado ahí. Les resultan familiares y cotidianas, en buena parte porque están ampliamente presentes en su entorno: en quioscos, máquinas de vending, espacios de ocio (redes sociales, eventos relacionados con videojuegos, deporte o música, etc.).
Y lo mismo se puede decir de su publicidad, que también está muy presente en entornos frecuentados por menores. Estas bebidas son promocionadas además por personajes a los que muchos adolescentes rinden admiración, como youtubers y otros influencers. Sin olvidar que, en las campañas publicitarias, se suelen destacar los supuestos beneficios que aporta el consumo de estos productos, insinuando que aportan energía, vitalidad, rendimiento físico, etc.
También hay que tener en cuenta otros factores, como el precio, que como ya hemos mencionado, es asequible para la mayoría de los adolescentes, y la presión de grupo, que es especialmente importante a estas edades: muchos menores toman estas bebidas porque todos sus amigos también lo hacen.
En resumen, parte del éxito de estas bebidas se debe a: su omnipresencia (tanto el producto como su publicidad está ampliamente presente en lugares frecuentados por adolescentes); su publicidad, que promete efectos extraordinarios; su precio, que es asequible, y la presión social.
Pero todo esto por sí solo no es garantía de éxito. Si no, que se lo digan a todas aquellas bebidas que fracasaron en el pasado, a pesar de seguir estrategias con muchos puntos en común, como Fruitopía, Radical Fruit, Cherry Coke o Spring Go, por poner solo unos ejemplos. Aquellos productos se vendieron mucho, pero no lo suficiente como para permanecer en el mercado. No lograron fidelizar a los consumidores, que es lo realmente difícil. Es decir, no consiguieron que el público al que iban destinados, llegara a consumirlos de forma habitual. Pero eso sí está sucediendo con las bebidas «energéticas». La clave podemos encontrarla en su ingrediente más característico: la cafeína.
El ingrediente clave: la cafeína
Imaginemos que queremos montar una empresa para ganar mucho dinero vendiendo bebidas. Para eso no basta con hacer bebidas llamativas que sean consumidas de vez en cuando por algunas personas. Lo que queremos es que muchas personas las consuman de forma habitual. ¿Cómo podríamos hacerlo? Por una parte, podemos dirigir nuestros esfuerzos de mercadotecnia y publicidad hacia los adolescentes, que son consumidores habituales de refrescos, así que ya están familiarizados con ese tipo de bebidas. Además, muchos de ellos tienen aún pocos conocimientos y poco sentido crítico, por lo que es más fácil que les podamos convencer con nuestras estrategias de venta. Y si conseguimos habituarlos a comprar nuestros productos, podrán seguir consumiéndolos durante muchos años, porque se trata de consumidores jóvenes. Pero ¿cómo conseguir esa ansiada fidelidad? Una de las formas más fáciles y con mayor probabilidad de éxito consiste en utilizar ingredientes que generen dependencia. ¿Cuáles? Las drogas ilegales quedan descartadas, por motivos obvios. El alcohol también porque los adolescentes no pueden comprarlo (y además estaría mal visto). Pero podríamos utilizar cafeína. ¿Cuánta? En principio toda la que queramos porque la legislación no establece límites en este aspecto.
¿Cuánta cafeína contienen las bebidas «energéticas»?
Como casi todo el mundo sabe, la cafeína es un compuesto que se encuentra de forma natural en diferentes plantas, como café, té, cacao, cola o guaraná. Por lo general esta sustancia la ingerimos en la dieta a partir del café, del té, del chocolate y de los refrescos con cafeína, como las bebidas de cola y las bebidas «energéticas»:
- En una taza de café expreso (50 ml) hay aproximadamente 60 mg de cafeína (aunque la cantidad puede variar según el tipo de café y la forma de preparación)
- En una taza de té negro (250 ml) hay 50 mg de cafeína
- En una lata de Coca Cola (330 ml) hay 35 mg de cafeína
- En una barra de chocolate con leche (50 g), hay 10 mg de cafeína
En las bebidas «energéticas» el contenido de cafeína normalmente es de 32 mg/100 ml. Es decir, en principio la concentración es menor a la que podemos encontrar en un café, así que ¿a qué viene tanto revuelo? El problema esta sobre todo en los formatos de venta y la forma de consumo. La mayoría de las bebidas «energéticas» se venden en latas de 500 ml, pensadas para consumir en una sola ingesta, que es precisamente lo que se hace. Esto significa que cada una de esas latas contiene 160 mg de cafeína, es decir, el equivalente a casi tres cafés. Incluso hay marcas donde la concentración aún mayor, de 40 mg/100 ml, de 55 mg/100 ml o más. Por ejemplo, en Prime energy drink la concentración de cafeína es de 56,3 mg/100 ml. Se comercializa en latas de 355 ml, lo que significa que en un solo envase encontramos 200 mg, es decir, el equivalente a algo más de tres cafés. El tamaño de las latas es más pequeño de lo habitual, así que si nos da por consumir dos en una sola ingesta, estaríamos tomando de una sentada 400 mg de cafeína, es decir, el equivalente a seis cafés y medio. Otro ejemplo es Qhush, que se vende en latas de 500 ml con 300 mg de cafeína, es decir, una concentración de 60 mg/100 ml. Consumiendo dos latas estaríamos tomando 600 mg de cafeína, el equivalente a diez cafés, cantidades que superan lo que se considera seguro. La EFSA considera que consumir en una sola ingesta dosis de cafeína superiores a 200 mg, o bien, dosis de 400 mg a lo largo de un día, puede plantear problemas de salud en personas adultas.
Merecen mención aparte los formatos que se conocen con el nombre de shots y que consisten en envases de pequeño tamaño (unos 40 ml) que contienen la misma cantidad de cafeína (p.ej. 80 mg) que podemos encontrar en los envases grandes. Eso significa que la concentración de cafeína es mucho mayor de lo que suele ser habitual, concretamente, unos 200 mg/100 ml. Esto puede suponer un riesgo, tanto por la ingesta súbita de una cantidad tan elevada de cafeína, como por la posibilidad de ingerir aún más cantidad si se consumen más unidades, lo cual no es descabellado que ocurra, teniendo en cuenta su pequeño tamaño.
Enganchados a la cafeína
¿Por qué al tomar estas bebidas nos sentimos más relajados? Esto es lo que me preguntó una chica en una de esas charlas que a veces imparto en institutos. Se sorprendió al saber que ocurre todo lo contrario: la importante cantidad de cafeína que contienen ejerce un efecto estimulante sobre el sistema nervioso central. Es decir, son bebidas estimulantes. ¿Por qué aquella chica sentía lo contrario? Lo que ocurre es que la cafeína genera dependencia (aparece con 100 mg/día), y eso implica que, cuando una persona habituada a consumirla deja de hacerlo, sufre síndrome de abstinencia: dolor de cabeza, fatiga, ansiedad, letargia, disminución de la atención, etc. Solo hay que ver el estado en el que se encuentran muchas personas a primera hora de la mañana, que deambulan como zombis en busca de su taza porque «hasta que no toman café, no son persona». En definitiva, lo que le sucedía a aquella chica es que, cuando tomaba bebidas «energéticas», sentía una sensación de tranquilidad y calma porque lo que hacía era combatir su síndrome de abstinencia causado por la cafeína.
También hay que tener en cuenta que la cafeína genera tolerancia. Eso significa que, si nos habituamos a consumirla, al cabo de un tiempo necesitaremos tomar más cantidad para notar los mismos efectos que sentíamos las primeras veces que la consumíamos. Dicho de otro modo, si nos habituamos a tomar una lata de bebida «energética», por ejemplo, para tratar de mantenernos despiertos, al cabo de un tiempo ya no nos resultará suficiente y es probable que queramos («necesitemos») tomar más cantidad para sentir la misma sensación.
¿Qué ocurre si nos pasamos con la cafeína de las bebidas «energéticas»?
Decía Paracelso que el veneno está en la dosis. A grandes rasgos, eso significa que todos los compuestos pueden matarnos. La diferencia es que en unos casos necesitaremos ingerir una cantidad considerable (por ejemplo, si hablamos de agua, podemos morir si consumimos cinco litros de una sentada), mientras que en otros casos bastará con una dosis pequeña (por ejemplo, 70 µg de toxina botulínica, es decir, 0,00007 g, pueden acabar con la vida de un adulto).
Si hablamos de cafeína, se considera que la dosis letal se encuentra entre 7,5 g y 15 g para un adulto sano, es decir, apenas un par de cucharaditas. Se trata de una cantidad muy fácil de alcanzar si consumimos cafeína en polvo, tal y como hacen algunas personas, que la utilizan para preparar batidos y así buscar un mayor rendimiento deportivo. De hecho, el año pasado murió una persona por esta causa. Así que no es buena idea consumirla de ese modo.
Si hablamos de bebidas «energéticas», habría que tomar unas 70 latas (considerando que contienen 32 mg/100 ml) para alcanzar esa dosis letal, algo difícil de conseguir en un corto espacio de tiempo. De todos modos, no hace falta llegar tan lejos para sufrir efectos fatales. Se han atribuido al menos 34 muertes al consumo de estas bebidas (en dosis más bajas que las mencionadas). En algunos casos se trataba de personas que sufrían patologías previas o en los que los efectos de las bebidas se agravaron por otras circunstancias, como el consumo de alcohol. Pero parece que también ha sucedido en personas que en principio estaban sanas (1, 2, 3).
Evidentemente esto no es común. Pero sí se pueden sobrepasar fácilmente dosis que provocan efectos adversos de distinto tipo:
- alteraciones del sueño (latencia y reducción de la duración, es decir, tardamos en dormirnos y dormimos menos). Se pueden producir a partir de 1,4 mg de cafeína por kg de peso corporal y día. Bastaría una sola lata de 500 ml para ingerir esa cantidad de cafeína.
- efectos adversos generales para la salud: efectos cardiovasculares y hematológicos, neurológicos y psicocomportamentales (efectos en el comportamiento o trastornos de conducta). Hablamos por ejemplo de nerviosismo, irritabilidad, cefalea, náuseas, temblores, aumento de la ansiedad, arritmia, taquicardia, etc. Se pueden producir a partir de 3 mg de cafeína por kg de peso corporal y día. Los menores de 13 años (que pesan de media menos de 47 kg) superarían esa dosis con una sola lata de 500 ml. Si se consumen dos latas de 500 ml (es decir, 320 mg de cafeína), superarían esa dosis todos los grupos de edad, incluidos los adultos.
Para tratar de evitar esos efectos adversos en menores, la legislación obliga a mostrar una advertencia en el etiquetado de las bebidas que contengan más de 150 mg de cafeína por litro, como es el caso (un litro de una bebida de este tipo contiene habitualmente 320 mg de cafeína): «Contenido elevado de cafeína: No recomendado para niños ni mujeres embarazadas o en período de lactancia», seguida del contenido de cafeína expresado en mg por 100 ml, que como ya hemos comentado, suele ser de 32 g/100 ml. Esta es prácticamente la única regulación expresa que se hace en la legislación en torno a productos de este tipo. Aunque, a juzgar por los datos de consumo, no parece muy eficaz. Recordemos que el 26% de los niños europeos de entre 6 y 10 años consume estas bebidas de forma habitual, quizá porque los adultos encargados de su cuidado no son conscientes del enorme contenido en cafeína de estas bebidas y de los efectos adversos que eso puede tener sobre la salud. Es decir, faltan conocimiento y concienciación.
Otros compuestos psicoactivos
La cafeína no es el único ingrediente psicoactivo en este tipo de bebidas. También suelen contener otros, como extractos de diferentes plantas, entre ellos ginseng, guaraná o ginkgo.
Ginseng
Con este nombre se denomina a diferentes especies de plantas del género Panax que crecen en zonas montañosas del este de Asia. Sus raíces desecadas se emplean ampliamente en la medicina tradicional y en la gastronomía de países como Corea, Japón y China. Se utiliza porque sus principios activos, que se denominan gingenósidos, tienen efectos estimulantes y aumentan la sensación de bienestar. Además, se les atribuyen otros beneficios: antiinflamatorios, cardiovasculares, antioxidantes, etc. Según el Comité Científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN), «el ginseng tiene un alto potencial para inducir efectos beneficiosos en la salud». Aunque la EFSA emitió un informe en 2011 donde concluyó que no existe relación entre el consumo de esta sustancia y la reducción de la fatiga física y mental.
Por otra parte, según indica el Comité de AESAN, el ginseng puede generar diferentes efectos secundarios, como reacciones de hipersensibilidad cutánea, insomnio, trastornos gastrointestinales, náuseas, vómitos, diarrea o estreñimiento. Además, ingerido en altas dosis pueden provocar ansiedad, irritabilidad, nerviosismo, insomnio, hipertensión, dolor de pecho o efectos estrogénicos, que remiten al reducir la dosis o abandonar el consumo. Por todo ello no se recomienda su consumo en caso de arritmias, hipertensión, ansiedad o nerviosismo. Hay que tener en cuenta además que el ginseng puede interaccionar con otros principios activos, por lo que hay que tener precaución si se están tomando medicamentos.
Guaraná
Es el fruto de un arbusto trepador (Paullinia cupana), originario de la Amazonia y que se puede encontrar en diferentes países de Sudamérica. Ha sido utilizado tradicionalmente por tribus indígenas de la selva amazónica para diferentes usos, entre ellos, reducir la fatiga, dado que contiene cafeína.
Por lo que hoy se sabe, parece que el guaraná no tiene efectos adversos, más allá de los que pueden ser causados por la toxicidad potencial de la cafeína. Como precaución se recomienda evitar su consumo en personas con ansiedad, afecciones cardiovasculares, colon irritable, hipersensibilidad a la cafeína, úlceras gástricas o duodenales, así como en mujeres embarazadas, y lactantes. Al igual que ocurre con el ginseng, el guaraná también puede interaccionar con otros principios activos, algo que hay que tener en cuenta si se está bajo medicación.
Ginkgo
Es un árbol (Ginkgo biloba) de copa estrecha que puede alcanzar 35 metros de altura. Crece en el este asiático y sus hojas se utilizan en la medicina tradicional de esa parte del mundo por sus efectos sobre la circulación sanguínea. A partir de ellas se obtiene un extracto que contiene flavonoides (ginkgoloides y heterósidos) con actividad vasodilatadora y antiplaquetaria, por lo que mejoran el flujo sanguíneo al ser ingeridos.
Ahora bien, las dosis que hay que consumir para obtener esos beneficios potenciales están muy por encima de las que podemos encontrar en las bebidas «energéticas», al igual que los potenciales efectos adversos debidos a un consumo excesivo (asociados sobre todo a hemorragias). Dicho de otro modo, el contenido de ginkgo que está presente en estas bebidas no tiene efecto sobre la salud, ni para bien ni para mal. En cualquier caso, se recomienda evitar su consumo durante el embarazo y la lactancia porque no se han estudiado su seguridad ni sus efectos para esos casos.
En resumen, algunos de estos ingredientes contienen principios activos con potencial para inducir efectos beneficiosos para la salud, pero es necesario realizar una evaluación toxicológica para conocer los potenciales riesgos o beneficios y poder ofrecer recomendaciones dietéticas y establecer dosis seguras de consumo, algo que por otra parte es difícil de llevar a cabo, dado que en el etiquetado de las bebidas «energéticas» no se suele informar de la concentración en la que se encuentran.
Según el Comité Científico de la AESAN, cuando estas bebidas incorporan este tipo de ingredientes psicoactivos además de la cafeína, es más probable que se produzcan efectos adversos sobre la salud del consumidor. Además de aumentar el contenido de cafeína y las propiedades estimulantes de estas bebidas, «pueden generar interacciones inciertas y exacerbar cualquier riesgo».
Otros ingredientes habituales que «dan alas»
Además de cafeína y de los extractos vegetales que acabamos de comentar, en estas bebidas solemos encontrar también otros ingredientes a los que se atribuyen supuestos efectos beneficiosos sobre el rendimiento físico o intelectual, como taurina, L-carnitina, vitaminas del grupo B, etc.
Taurina
Con este nombre podría parecer que se trata de una sustancia exótica, relacionada con el toro y que aporta la energía y el vigor de ese animal. Pero la realidad es menos espectacular. Lo cierto es que este compuesto se llama así porque fue aislado por primera vez a partir de la bilis de toro. Se trata de un aminoácido que está presente de forma natural en muchos alimentos, especialmente en los de origen animal (carne, pescado, mariscos, lácteos, huevos, etc.), aunque también en algunos de origen vegetal, como frutos secos y legumbres. Además, nuestro organismo puede sintetizarlo en el hígado a partir de otros dos aminoácidos (cisteína y metionina). Es decir, tiene poco de exótico. De hecho, es uno de los aminoácidos más abundantes de nuestro organismo, donde se encarga de un montón de funciones: estabiliza las sales biliares que se participan en la digestión de las grasas, regula y estabiliza las membranas celulares, participa en el metabolismo del calcio, en el funcionamiento del músculo, en la actividad neuronal, etc.
Algunos estudios señalan efectos beneficiosos derivados de la suplementación con taurina, aunque es necesario realizar más investigaciones para obtener resultados concluyentes. Por otra parte, se trata de un compuesto que está muy disponible, especialmente durante la adolescencia y la edad adulta, así que es poco probable que una persona sana necesite un suplemento.
Se estima que la ingesta de taurina a través de los alimentos de una dieta omnívora es de 58 mg al día. En una lata de bebida «energética» de 500 ml hay normalmente 2000 mg de taurina, una cantidad que supera la recomendada por la EFSA, que es de un máximo de 1400 mg/día, aunque no se considera que eso suponga un riesgo para la salud. Lo que sí preocupan son los posibles efectos del consumo conjunto de la taurina con la cafeína, dado que podría afectar negativamente al sistema cardiovascular, aunque es necesario realizar más estudios al respecto para llegar a resultados concluyentes.
L-carnitina
Con este compuesto ocurre algo parecido que en el caso de la taurina: su nombre puede llevarnos a pensar que su consumo induce un aumento de la masa muscular. En realidad se llama así porque se aisló por primera vez a partir del tejido muscular animal, donde se encuentra de forma abundante. Se trata de una amina derivada de dos aminoácidos (L-lisina y L-metionina) que nuestro organismo sintetiza a partir de ellos y que se encuentra sobre todo en el hígado, el riñón y el cerebro. Es cierto que algo tiene que ver con el mantenimiento muscular: aumenta la síntesis de proteínas y reduce la degradación del músculo, además de desempeñar otras funciones, como mejorar la estabilidad de las membranas celulares. Aunque su principal función es la de participar en el metabolismo energético: se encarga de transportar ácidos grasos al interior de las mitocondrias, que son orgánulos celulares donde se oxidan esos compuestos para obtener energía.
La mayor parte de L-carnitina que utiliza nuestro organismo la obtiene a partir de la dieta (75%), principalmente de la carne roja, aunque también de otras fuentes como leche y pescado. En las bebidas «energéticas» se suele utilizar como ingrediente con la intención de promover la función muscular y el rendimiento físico, movilizar ácidos grasos del tejido adiposo y emplearlos como fuente de energía.
Según la AESAN, algunos estudios científicos muestran que la población atleta podría beneficiarse de la ingesta de L-carnitina en forma de suplemento, al facilitar la recuperación después del ejercicio de alta intensidad. Sin embargo, en 2011 la EFSA evaluó las evidencias científicas disponibles y rechazó todas y cada una de las alegaciones de salud que se pretendían asociar a este compuesto. Dicho de otro modo, este organismo considera que no existen evidencias suficientes para afirmar que este compuesto sea útil para la recuperación después del ejercicio, ni para mejorar la producción de energía, ni para quemar grasas… De hecho, a día de hoy no hay aprobada ninguna declaración de salud para la L-carnitina.
En cuanto a la ingesta a través de las bebidas «energéticas», no hay apenas datos acerca de la cantidad y frecuencia de consumo a través de este tipo de productos. En cualquier caso, según una revisión científica realizada en 2017, «hay una abrumadora falta de pruebas para justificar que la L-carnitina como componente de las bebidas ‘energéticas’ contribuya a la mejora del rendimiento físico o deportivo».
Por otra parte, hay que tener en cuenta que dosis altas pueden producir molestias gastrointestinales y diarrea. Además la acetil-L-carnitina puede interferir con el metabolismo tiroideo por lo que no es recomendable para personas con patologías relacionadas con la tiroides.
D-glucurono-γ-lactona
Circula por ahí un bulo desde hace años en el que se advierte que este compuesto «es una droga alucinógena que el gobierno de Estados Unidos administraba a sus soldados durante la guerra de Vietnam» y que eso «les causó tumores cerebrales». Por eso en el bulo se alerta de la peligrosidad de las bebidas «energéticas» en las que esta sustancia se utiliza como ingrediente «para enfermar a nuestros hijos».
La verdad es que no hace falta inventarse historietas para advertir sobre los riesgos reales que el consumo de estas bebidas pueden tener sobre la salud, especialmente sobre la de las personas jóvenes. Pero no porque contengan glucuronolactona, que no es una droga alucinógena ni causa tumores cerebrales. En realidad es un hidrato de carbono que está presente de forma natural en muchos organismos. Nuestro propio hígado lo produce a partir del metabolismo de la glucosa. También se encuentra en diferentes alimentos, como los cereales, de modo que lo ingerimos a través de la dieta, aproximadamente en una cantidad de entre 1 y 2 mg al día.
En bebidas «energéticas» la cantidad es «ligeramente» superior: en una lata de 500 ml encontramos 1200 mg (2400 mg/l). En principio esto no supone un riesgo para la salud, según la EFSA aunque la AESAN advierte que el consumo de una lata y media latas reduce el margen de seguridad para esta sustancia.
La glucuronolactona se utiliza como ingrediente en estas bebidas porque se supone que mejora el rendimiento intelectual y la concentración y reduce la somnolencia. Pero no hay evidencias científicas que sostengan esos supuestos beneficios.
Vitaminas del grupo B
Las vitaminas tienen buena imagen. Casi todo el mundo sabe que son «beneficiosas» y necesarias para mantener un buen estado de salud. En concreto, las del grupo B, que son las que se utilizan como ingredientes en muchas bebidas «energéticas», cumplen numerosas funciones metabólicas: participan en el metabolismo energético y en el de los hidratos de carbono y las proteínas. Así pues, necesitamos obtener una cantidad mínima de esas vitaminas a partir de la dieta para que nuestro organismo funcione adecuadamente. Las cantidades que se consideran necesarias, las «ingestas diarias de referencia» (IDR), se toman como criterio para evaluar los alimentos y las dietas, para planificar lo que comemos, etc.
Si nos fijamos en la etiqueta de estas bebidas, veremos que la cantidad de vitaminas que se utilizan como ingrediente superan muy ampliamente esas IDR. Por ejemplo, en una lata de 500 ml de Monster encontramos una cantidad de vitamina B12 equivalente al 500% de la IDR.
¿Hay algún problema con eso? Depende. Todas estas vitaminas del grupo B son hidrosolubles, lo que significa que, si consumimos una cantidad mayor de la que nuestro cuerpo necesita, el excedente se elimina por la orina. Ahora bien, esa eliminación puede verse dificultada en caso de que la cantidad consumida sea excesivamente alta o en otros casos concretos, como el de personas con alteraciones del riñón, de modo que podrían sufrir diferentes efectos adversos, según la vitamina de la que se trate.
Según el Comité Científico de la AESAN, el consumo de estas bebidas supone un riesgo bajo de hipervitaminosis para las vitaminas B2, B5 y B12, un riesgo moderado para B3 (nicotinamida) y B6 y riesgo alto para B3 (ácido nicotínico). En este caso los efectos adversos que se pueden producir por ese motivo son algunos como enrojecimiento, picor, nerviosismo, dolores de cabeza, náuseas y alteraciones hepáticas.
Azúcar/edulcorantes
La cafeína tiene un sabor amargo. Eso significa que si estas bebidas no se endulzaran de algún modo, serían intensamente amargas y es muy probable que no gustaran a casi nadie. Para solucionarlo, se utilizan ingredientes que aporten sabor dulce y enmascaren ese amargor. El más utilizado hasta hace relativamente poco era el azúcar, que todavía se encuentra en muchas marcas. Generalmente está en cantidades muy elevadas, en torno a 60 g por lata, aunque en algunas la cifra puede llegar a 75 g. Es decir, el equivalente a unas 13-17 cucharaditas de azúcar, una cantidad tremenda.
Para hacernos una idea, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los azúcares simples añadidos deben representar menos del 10% de la energía total de nuestra dieta. Eso significa menos de 50 g de azúcares al día en un adulto, mientras que en niños o adolescentes la cantidad sería aún menor, concretamente de 38-43 g, considerando una dieta de 1500-1700 kcal. Es decir, consumiendo una sola lata de 500 ml ya se superarían esas cantidades, no solo para niños y adolescentes, sino también para adultos. Hay que considerar además que esta no suele ser la única fuente de azúcares añadidos en la dieta, por lo que la ingesta diaria puede llegar a ser notablemente mayor.
Por su parte, la EFSA realizó una evaluación de los azúcares en la dieta para tratar de establecer unas recomendaciones de consumo y fijar unos límites máximos, de forma parecida a lo que hizo la OMS. Sin embargo, no fue capaz de hacerlo a partir de los datos científicos disponibles, de modo que la recomendación es la de consumir la menor cantidad posible de azúcares libres (los que encontramos, por ejemplo en zumos y miel) y de azúcares añadidos (los que añade el fabricante).
El consumo de azúcares añadidos, especialmente a través de bebidas azucaradas, se relaciona con problemas de salud, como caries, diabetes tipo 2, obesidad o enfermedades cardiovasculares, entre otras. Afortunadamente, desde hace unos años hay más información y una mayor concienciación sobre la enorme cantidad de azúcares añadidos presentes en muchos alimentos y en la dieta. Eso ha provocado cierta alarma social y ha llevado a muchas empresas a desarrollar productos sin azúcares añadidos, en los que este ingrediente ha sido sustituido por edulcorantes. De hecho, hoy en día las bebidas «energéticas» sin azúcares añadidos superan en número a las que sí los contienen.
El uso de edulcorantes tiene ciertas ventajas; por ejemplo, generalmente no aportan calorías y no provocan caries. Ahora bien, no son la solución definitiva. Por una parte, no hacen que los productos insanos se transformen mágicamente en saludables, ni mucho menos. Por otra parte, aunque se trata de sustancias seguras, su consumo no es inocuo. Uno de los posibles problemas es que pueden acostumbrarnos a un umbral de dulzor alto, lo que puede llevarnos a consumir otros alimentos dulces poco recomendables. Además, podrían afectar negativamente a la microbiota intestinal, lo que podría influir en el desarrollo de obesidad y diabetes, aunque es necesario realizar más estudios para conocer esos efectos.
En definitiva, sustituir los azúcares por edulcorantes no hace que el consumo de las bebidas «energéticas» y sus efectos sobre la salud dejen de ser preocupantes.
Bebidas «energéticas» que «dan alas» y «revitalizan cuerpo y mente»
Como ya hemos visto, muchas personas consumen estas bebidas con la intención de mejorar su rendimiento deportivo o intelectual. No es de extrañar porque la publicidad insiste hasta la saciedad en esos mensajes. Sin ir más lejos, la marca Red Bull se hizo mundialmente famosa con eslóganes como «te da alas» o «revitaliza cuerpo y mente». Ahora bien, la gran mayoría de las afirmaciones o insinuaciones que se hacen en la publicidad de estos productos carece de fundamento. Tanto es así, que Red Bull tuvo que pagar millones en sanciones, tanto en Estados Unidos (13 millones de dólares) y Canadá (850.000 dólares) por publicidad engañosa.
El ingrediente al que generalmente se suelen atribuir los presuntos beneficios sobre el rendimiento y la actividad deportiva es la cafeína. Hay evidencias científicas que muestran que el consumo de este alcaloide puede tener efectos positivos, mejorando el rendimiento físico, al aumentar la resistencia y retrasar la fatiga, además de mejorar el estado de atención y de alerta. Ahora bien, esos efectos son muy variables entre personas. Además, para poder lograrlos habría que consumir 3 mg de cafeína por kg de peso corporal, es decir, una cantidad demasiado elevada que puede provocar efectos adversos (por ejemplo, unos 240 mg en una persona de 80 kg, lo que superaría la dosis que se considera segura). Además, según advierte la Agencia Catalana de Seguridad Alimentaria, la cafeína tiene efectos diuréticos que alteran el equilibrio electrolítico, de modo que si se consume durante la actividad física, pueden aumentar el riesgo de deshidratación y, si la temperatura ambiental es elevada, pueden llegar a causar golpes de calor. Por todo ello se desaconseja el consumo de estas bebidas para la actividad física. Esto explica también que a día de hoy no esté permitida ninguna declaración de salud para este compuesto.
Si hablamos de recuperación durante o después de la actividad física, lo recomendable es beber agua, y en caso de que esa actividad sea intensa o prolongada (más de una hora), se recomienda optar por bebidas de reposición, que no debemos confundir con las bebidas «energéticas» ni con otras bebidas refrescantes y que deben tener unas características concretas:
- Energía: entre 80 y 350 kcal/l (el 75% a partir de hidratos de carbono de alto índice glucémico, es decir, de azúcares)
- Hidratos de carbono: 6-9%
- Sodio: 460-1.150 mg/l
En cuanto al resto de las sustancias que se suelen utilizar como ingredientes en estos productos, L-carnitina, taurina, guaraná, gingko, ginseng, etc., no existen evidencias científicas suficientes que permitan atribuirles beneficios extraordinarios .Así lo entiende la EFSA, que no ha autorizado ni una sola declaración de salud para ellas: no se permite afirmar que mejoren el rendimiento físico o la recuperación del ejercicio, ni que reduzcan la fatiga, ni que ayuden a la producción de energía o movilicen las reservas de grasa, por poner algunos ejemplos. Por eso esas afirmaciones no se realizan de forma directa en la publicidad. En la mayoría de los casos solo se hacen insinuaciones. Además, en el hipotético caso de que estas sustancias sí aportaran efectos beneficiosos, no sería buena idea consumirlas de este modo, en dosis demasiado altas, sin supervisión personalizada, sin conocer las posibles interacciones entre ellas, junto con cantidades notables de edulcorantes o azúcares, etc.
Por otra parte, es cierto que algunas marcas no se quedan solo en las insinuaciones, sino que realizan afirmaciones relacionadas con el rendimiento físico o intelectual, como ocurre en Red Bull: «revitaliza cuerpo y mente». Esto es posible porque para las vitaminas del grupo B sí están permitidas algunas declaraciones de salud: «la niacina y la vitamina B6 ayudan a disminuir el cansancio y la fatiga y contribuyen al metabolismo energético normal». Esto no significa que estas bebidas aporten beneficios extraordinarios. Esas vitaminas podemos encontrarlas en alimentos que forman parte de una dieta normal y lo que quiere decir ese mensaje es que nuestro organismo necesita esas vitaminas para desempeñar esas funciones, no que consumiendo más cantidad de esos compuestos vayamos a obtener mayores beneficios. Recordemos además, que el exceso se elimina por la orina y que en algunos casos, si el contenido es demasiado elevado, pueden producirse efectos adversos.
¿Qué dice la legislación acerca de las bebidas «energéticas»?
Como decíamos al comienzo, por el momento no hay una regulación específica para estas bebidas en Europa ni en España: no gozan de una definición ni están establecidas sus características. Del mismo modo, tampoco existen límites máximos para ninguno de sus ingredientes, ni limitaciones en cuanto a las combinaciones que se pueden utilizar en la formulación.
En algunos países de Europa sí se han establecido normativas de carácter nacional que limitan la venta de estas bebidas o la cantidad de algunos de sus ingredientes. Por ejemplo, en algunos como Polonia, Lituania y Letonia está prohibida la venta de estas bebidas a menores de 18 años. Reino Unido anunció en 2018 la intención de aplicar la misma medida a menores de 16 años, pero aún no lo ha llevado a cabo. Otros países como Dinamarca limitan la cantidad de cafeína a un máximo de 32 g/100 ml. Entre ellos también se encuentra Alemania, que además limita el contenido de otros ingredientes, como taurina (4000 mg/l), inositol (200 mg/l) y glucoronolactona (2400 mg/l).
El elevado consumo de bebidas «energéticas» entre adolescentes ha incrementado la preocupación que ya existía desde hace años en muchos países, lo que ha llevado a proponer de manera más firme una regulación para estos productos en los lugares donde aún no existe.
En España, el Comité Científico de la AESAN publicó en 2021 un informe para evaluar los riesgos asociados al consumo de estos productos, un primer paso necesario para poder establecer regulaciones en este aspecto. En sus conclusiones muestra varias recomendaciones, entre ellas:
- que las empresas productoras de estas bebidas limiten el tamaño de los envases, de modo que no superen los 250 ml, y suspendan la comercialización de los envases de 500 ml, para moderar la exposición a la cafeína y a otros compuestos psicoactivos que también podemos encontrar en estos productos,
- considerar establecer un contenido máximo de cafeína en estas bebidas,
- evaluar el consumo, la exposición y el riesgo de los shots,
- implementar políticas y programas de comunicación y educación para aumentar el conocimiento de la población, mejorar la percepción del riesgo y minimizar los posibles riesgos asociados al consumo excesivo de estos productos, considerando especialmente a los grupos de mayor riesgo: niños y adolescentes.
- se sugiere un mayor control de la publicidad, especialmente aquella dirigida a niños y adolescentes.
Posteriormente y, en base a ese informe, el Ministerio de Consumo y la AESAN emitieron varias recomendaciones, entre ellas:
- evitar consumo por ciertos grupos de población: niños, adolescentes, mujeres embarazadas y en periodo de lactancia, personas con problemas cardiovasculares, personas con alteraciones del sueño,
- no combinar con bebidas alcohólicas,
- no consumir para recuperar después del deporte,
- precaución con las interacciones que se pueden producir con diferentes medicamentos.
Numerosos organismos y profesionales relacionados con la salud y la alimentación llevan años reclamando además otras medidas, empezando por el desarrollo de una legislación que regule de una vez por todas estos productos. Me vienen a la cabeza compañeros como José Manuel López Nicolás, Julio Basulto o Carlos Casabona, entre muchos otros. Entre las medidas que sería necesario adoptar podemos señalar las siguientes:
- establecer una denominación para designarlas. No tiene sentido utilizar la denominación actual «bebidas energéticas» porque resulta confusa y engañosa. En su lugar, se propone la denominación «bebidas estimulantes», porque es el verdadero efecto que tienen estos productos,
- limitar el contenido de cafeína,
- limitar el contenido de azúcar añadido,
- limitar el tamaño de los envases pensados para consumir en una sola ingesta,
- definir los ingredientes que se pueden utilizar en la formulación, para lo cual es necesario evaluar sus riesgos, para considerar los posibles efectos adversos y las posibles incompatibilidades entre diferentes componentes,
- mostrar advertencias en el envase, de forma más clara a como se muestran hoy, es decir, con letras de mayor tamaño y con mensajes que ofrezcan más información,
- prohibir la publicidad dirigida a menores, incluyendo el patrocinio de eventos destinados a la población de este grupo de edad,
- prohibir la venta a menores.
En España el Ministerio de Consumo trató de avanzar algunos pasos en ciertos aspectos. Por ejemplo, desarrolló un borrador de Real Decreto para prohibir la publicidad de productos insanos destinada a menores, algo que numerosos organismos y profesionales llevamos años demandando. Pero finalmente no se llevó a cabo por la oposición del Ministerio de Agricultura. Ahora, Galicia ha anunciado que pretende prohibir la venta y el consumo de bebidas «energéticas» en menores y siete comunidades han manifestado su intención de hacer lo mismo. Esperemos que se tomen medidas de una vez por todas, y más pronto que tarde, por la salud física y mental de la población, especialmente de la adolescente.
Fuentes
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