¿Qué es el yogur?
¿Cómo se elabora el yogur?
- La leche, obtenida de forma higiénica a partir de animales sanos, es enfriada a 4ºC y mantenida a esa temperatura hasta su posterior tratamiento en la industria transformadora (ya hablamos sobre todo ello en un artículo anterior).
- Una vez que la leche llega a la industria, se realizan una serie de análisis para conocer su calidad (temperatura, relación peso/volumen, contenido de grasa y proteínas, contenido total de bacterias, recuento de células somáticas, presencia de bacterias patógenas, presencia de antibióticos, residuos de productos de limpieza, bacteriófagos, enzimas, etc.). Es fundamental partir de una leche con una adecuada calidad bacteriológica, que permita posteriormente el crecimiento de los fermentos lácticos.
- Si la leche es apta para la elaboración de yogur, se estandariza, es decir, se ajusta su proporción de grasa y de extracto seco magro. Esto se hace para poder obtener un yogur homogéneo, con una consistencia adecuada, y también para cumplir con los requisitos que establece la legislación con respecto a su composición. Para ello existen varias alternativas, como ya hemos visto en la definición anterior, aunque quizá lo más frecuente es añadir leche en polvo.
Ingredientes de un yogur. Por cierto, que esos «fermentos lácticos propios de Danone», no son otros que Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus. Danone S.A., Barcelona, España. |
- El siguiente paso consiste en realizar un desaireado para eliminar la posible presencia aire (que dificultaría el procesado de la leche y enranciaría el producto) y un tratamiento de homogeneización (principalmente para prevenir la separación de la grasa).
- En la siguiente etapa, la leche es sometida a un proceso de pasteurización. Este tratamiento térmico, que consiste en aplicar una determinada temperatura durante un periodo de tiempo concreto, asegura la destrucción de la mayor parte, si no todas, las formas vegetativas de los microorganismos presentes (algunas combinaciones de temperatura y tiempo son, por ejemplo: 85ºC durante 30 minutos, 90-95ºC durante 5-10 minutos, etc.) Esto es de gran importancia, no sólo porque acaba con las formas vegetativas de los microorganismos patógenos, sino porque además reduce la población microbiana que podría interferir con el desarrollo de las bacterias lácticas que van a fermentar la leche para producir yogur. Eso sí, algunos microorganismos esporulados y enzimas termoestables pueden resistir ese tratamiento (más adelante veremos qué consecuencias puede tener esto).
- Después del tratamiento térmico, se enfría la leche hasta una temperatura de 40-45ºC, valores óptimos para el desarrollo de los microorganismos que se van a inocular: Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus.
Imágenes tomadas con un microscopio electrónico de barrido en las que se pueden apreciar bacterias de Lactobacillus bulgaricus (izquierda) y Streptococcus thermophilus (derecha). |
- Una vez inoculadas estas bacterias, la leche se introduce en los envases en los que se va a comercializar el futuro yogur, que son tapados y mantenidos a esa temperatura de 40-45ºC para favorecer la fermentación. Lo que sucede a continuación es que las bacterias lácticas que acabamos de mencionar comienzan a desarrollarse, transformando la lactosa de la leche en ácido láctico, lo que provoca un descenso del pH.
En esta gráfica se representa la evolución de varios parámetros durante el periodo de incubación del yogur a 43ºC: el número de bacterias ácido-lacticas (que aumenta con el tiempo), el valor del pH (que disminuye como consecuencia de la producción de ácido láctico) y la concentración de acetaldehído, compuesto producido a partir del metabolismo bacteriano y que va a aportar un sabor afrutado al yogur. Fuente: Gčosta Bylund (2003). |
- El descenso del pH provoca a su vez la desestabilización de las proteínas de la leche, lo que conduce a la precipitación de la caseína, dando lugar a la formación del gel que constituye el yogur (es decir, una red tridimensional de proteínas que atrapa agua en su interior). Este fenómeno se produce cuando el valor del pH es de 4,7-4,6, ya que constituye el punto isoeléctrico de las proteínas, es decir el punto en el que su carga neta es nula (ya hablamos aquí sobre ello).
Esta imagen representa varias moléculas de proteínas de la leche y sus cargas eléctricas. En la leche (pH=6,6) predominan las cargas negativas, lo que provoca una repulsión entre las proteínas, permaneciendo así en equilibrio. Si se produce un descenso del pH, el número de cargas positivas aumenta, de modo que llega un momento (pH=4,7) en el que la carga neta es nula y las proteínas se unen entre sí , formándose agregados de gran tamaño que precipitan. |
- Cuando el valor del pH es de 4,6 (la concentración de ácido láctico está en torno al 0,9%), se considera que el coágulo ya está formado, o en otras palabras, el yogur ya está hecho. Lo que se hace entonces es reducir rápidamente la temperatura hasta alcanzar unos 5ºC, de modo que así se consigue disminuir la actividad de las bacterias. El yogur debe mantenerse en torno a esta temperatura (entre 1ºC y 8ºC) desde este momento hasta su consumo para evitar, tanto su deterioro, como posibles riesgos para la salud.
¿Cómo se determina la fecha de duración de un yogur?
Aspectos físico-químicos
- Disminución del pH y aumento de la acidez. La actividad de las bacterias ácido lácticas que están presentes en el yogur es muy baja a temperaturas de refrigeración, pero aún siguen vivas y continúan transformando la lactosa en ácido láctico, lo que provoca una disminución del pH y un aumento de la acidez (se estima que tras unas 4-7 semanas, el aumento de la acidez es del orden del 0,2%). Sin embargo, como veremos más adelante, esto no ocurre de forma indefinida.
- Sinéresis. El descenso del pH que acabamos de mencionar, hace que la matriz de proteínas que constituye la estructura del yogur reduzca su capacidad de retener agua. Es decir, se produce una separación de parte del agua que contenía el yogur. Esto se considera un defecto porque, entre otras cosas, supone un deterioro de la textura del producto y además influye negativamente sobre su aspecto (seguro que conoces a alguien que odia encontrar ese líquido al abrir un yogur). Por cierto, debes tener en cuenta que la presencia de ese suero no indica necesariamente que el yogur se haya elaborado mucho tiempo atrás, ya que puede deberse a diferentes causas, como por ejemplo, una agitación durante el transporte o un número demasiado elevado de bacterias ácido-lácticas.
Sinéresis en un yogur casero. (Fuente) |
- Proteolisis. Las bacterias ácido lácticas presentes en el yogur producen enzimas proteolíticas que hidrolizan las proteínas para dar como resultado péptidos y aminoácidos, lo que a la larga se traduce principalmente en un deterioro de la textura.
- Lipolisis. Este fenómeno es menos acusado que el anterior, pero también tiene su importancia. Además de enzimas proteolíticas, las bacterias ácido lácticas también producen enzimas lipolíticas que hidrolizan los lípidos, dando como resultado un aumento de la proporción de ácidos grasos de bajo peso molecular.
- Oxidación lipídica. El oxígeno presente puede provocar la oxidación de los lípidos, aunque este fenómeno normalmente no es muy acusado.
En resumen, teniendo en cuenta los cambios que acabamos de mencionar, los análisis físico-químicos que se llevan a cabo a lo largo del tiempo para determinar la fecha de duración de un yogur son principalmente: la determinación del pH y de la acidez, la medida de la textura y la medida del grado de sinéresis.
Aspectos sensoriales
- Apariencia y textura. Los procesos proteolíticos y el descenso del pH acaban deteriorando la red proteica que constituye la estructura del yogur, dando como resultado una pérdida de consistencia, una reducción de volumen y una salida de agua. En definitiva, efectos que se traducen en una apariencia poco deseable que puede provocar el rechazo del consumidor. Además, el color puede verse alterado, sobre todo en la superficie del producto, debido a la oxidación lipídica.
- Olor y sabor. A medida que pasa el tiempo se producen varios cambios en el olor y el sabor del yogur, debidos principalmente a los productos resultantes del metabolismo de carbohidratos, proteínas y lípidos llevados a cabo por las bacterias ácido lácticas. Así, el ácido láctico producido en la fermentación hace que, tanto el olor, como el sabor del yogur, sean cada vez más ácidos. Además, los aminoácidos y ácidos grasos libres producidos como resultado de los fenómenos de proteolisis y lipolisis, respectivamente, junto con los fenómenos de lipooxidación, pueden acabar otorgando olores y sabores anómalos. En la siguiente gráfica puedes ver los cambios que se producen en el perfil sensorial de un yogur tras 28 días de almacenamiento: después de ese tiempo, el producto es menos afrutado, menos fresco, menos dulce, tiene menos sabor a yogur, es más ácido, más amargo, sabe más a queso y presenta un sabor más anormal.
En esta gráfica se representa el perfil sensorial de un yogur recién elaborado (con línea continua) y tras 28 días almacenado (con línea discontinua). Fuente: Man y Jones (2000). |
Aspectos microbiológicos
- presencia de formas esporuladas que hayan resistido el tratamiento térmico (por ejemplo, bacterias de los géneros Bacillus o Clostridium).
- presencia de mohos, levaduras y bacterias patógenas, en el caso de que se produzca una contaminación accidental de la leche tras el tratamiento térmico. La contaminación por bacterias patógenas (Escherichia coli, Staphyllococcus aureus, etc.) se puede prevenir de forma relativamente sencilla con medidas higiénicas (en equipos, instalaciones, operarios, envases, etc.). Sin embargo, la contaminación por levaduras y mohos es más difícil de evitar (aunque no imposible), ya que estos se propagan por esporas que pueden estar presentes en el ambiente (no confundir con las formas esporuladas de las que acabamos de hablar). En definitiva, si bien es importante mantener medidas de higiene durante todo el proceso, esto es algo fundamental desde que la leche se pasteuriza hasta que se introduce en los envases y estos se cierran. (En cualquier caso, existen métodos de autocontrol para conocer si se ha podido producir esta contaminación).
Supongamos que nos encontramos en el peor de los casos y que en la leche hay presencia de todos los microorganismos que acabamos de mencionar. Si continuamos con el proceso de elaboración, lo que haríamos después de la pasteurización, sería enfriar la leche a unos 43ºC, inocular las bacterias ácido lácticas (BAL) e introducir el producto en los envases en los que se va a formar el yogur. A continuación, el crecimiento de las BAL pasaría por las siguientes etapas:
En esta gráfica se representa la curva de crecimiento bacteriano, o dicho de otro modo, el número de bacterias presentes a lo largo del tiempo. (Fuente) |
- Fase de adaptación. En un primer momento, las BAL deben adaptarse al medio y aún no son maduras, por lo que no tienen la capacidad de reproducirse. Este periodo es muy breve, ya que se utilizan cultivos seleccionados (capaces de desarrollarse con facilidad) y las condiciones son ideales para su crecimiento. En caso de que hubiera contaminación por otras bacterias, estas tampoco serían capaces de reproducirse, debido a que también deberían adaptarse a las nuevas condiciones del medio y, sobre todo, debido a que la competencia con las BAL, en número infinitamente superior, se lo impediría.
- Fase de crecimiento exponencial. Esta fase tiene lugar durante las primeras horas de incubación a unos 43ºC. Las BAL comienzan a reproducirse, aumentando en número de forma exponencial. La competencia bacteriana y el descenso de pH provocado por la fermentación de ácido láctico impiden el crecimiento de posibles bacterias contaminantes que pudieran estar presentes (por ejemplo, E. coli sobreviviría menos de 24 horas).
- Fase estacionaria. Una vez formado el yogur, se reduce la temperatura hasta unos 5ºC. En torno a esos valores, que se mantienen durante todo el periodo de almacenamiento, la actividad de las bacterias es escasa. Apenas se reproducen, por lo que su número permanece estable, pero aún siguen con vida y desarrollando otras funciones metabólicas. La competencia bacteriana, los bajos valores de pH y las bajas temperaturas impiden el desarrollo de otras bacterias que pudieran estar presentes. Ahora bien, estas condiciones no impiden el crecimiento de levaduras y/o mohos (en el caso de estar presentes), que podrían acabar desarrollándose a medida que pasa el tiempo.
- Fase de muerte. Tras las primeras semanas de almacenamiento el número de BAL comienza a descender debido a que las condiciones del medio les impide seguir desarrollándose: la lactosa que les permite obtener energía es cada vez más escasa, ya que la han ido transformando en ácido láctico. Además, la acumulación de este ácido provoca una disminución del pH que puede limitar su crecimiento (algo a lo que también contribuye la acumulación de otros desechos metabólicos). Así, se estima que tras 4-7 semanas, la viabilidad de las bacterias lácticas se reduce un ciclo logarítmico (esto significa que su número pasaría, por ejemplo, de 1×109 colonias por gramo a 1×108 colonias por gramo). (Recuerda que para que podamos hablar de «yogur», las BAL deben estar presentes en una cantidad de al menos 1×107 colonias por gramo).
- alterar las características organolépticas del yogur, produciendo sabores y olores anómalos y un aspecto desagradable (eso no quiere decir que su presencia sea siempre fácilmente detectable por medio de nuestros sentidos).
- producir gas, abombando la tapa del yogur, o incluso provocando su desprendimiento.
- suponer un riesgo para la salud. Aunque no todas las especies de hongos son patógenas (aún así, podrían provocar reacciones adversas en personas alérgicas), sí existen especies de mohos y levaduras que pueden provocar enfermedades, tanto agudas, como crónicas. Su patogenicidad radica principalmente en la producción de toxinas que en muchos casos pueden ser carcinógenas.
Moho en la superficie de un yogur. (Fuente) |
¿Supone esta medida un riesgo para la salud?
Como mencionamos anteriormente, las fechas de duración de los alimentos se establecen atendiendo a criterios y evidencias científicas. Es por eso que, a principios del pasado mes de febrero, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente encargó a la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), un informe para conocer si el cambio de fecha de caducidad por fecha de consumo preferente entrañaba algún riesgo para la salud. A día de hoy, dicho informe no se ha hecho público, pero de la decisión adoptada por el gobierno se deduce que en él se concluía que el cambio no supone un riesgo sanitario. Esta medida, que lleva años implantada en el resto de los países de la Unión Europea sin consecuencias negativas para la salud, coincide además con la opinión de multitud de expertos, como veremos más adelante.
¿Por qué se toma esta medida?
La decisión de cambiar la fecha de caducidad de los yogures por una fecha de consumo preferente se ha adoptado principalmente por dos motivos.
– Legislación
En primer lugar, para equiparar la legislación nacional con la normativa europea. Haciendo un breve repaso de la legislación (como muy bien se explica en este enlace):
- En España existen reglamentaciones técnico-sanitarias y normas de calidad que establecen requisitos de higiene muy específicos que los operadores de la cadena alimentaria deben observar en los términos establecidos. Este es el caso del yogur, cuya norma de calidad, publicada en el año 2003 y que aún está parcialmente en vigor, establecía una fecha de caducidad de 28 días.
- En la Unión Europea existen reglamentos comunitarios (de aplicación en todos los países miembros) que no desarrollan exhaustivamente tales requisitos, sino que se limitan a formular una serie de objetivos en materia de higiene sobre la base de un análisis del riesgo existente en cada caso, permitiendo que sean los operadores económicos quienes (como principales responsables de la seguridad alimentaria) decidan de qué manera van a garantizar el cumplimiento de los mismos. Concretamente, estos reglamentos de higiene fueron publicados en el año 2004 y se conocen de forma coloquial como «Paquete de Higiene».
Según informa la AESAN, con la publicación el pasado 29 de marzo de un Real Decreto en el que se derogan, no sólo la fecha de caducidad del yogur, sino también todos los demás requisitos de higiene establecidos en las reglamentaciones técnico-sanitarias para la elaboración, almacenamiento, transporte y comercialización o venta de alimentos, así como en normas de calidad, que se habían desarrollado a nivel nacional, principalmente en la década de los setenta y ochenta (la primera norma de calidad del yogur en la que se establecía una fecha de caducidad, data del año 1987), se pretende:
- Conseguir una simplificación legislativa. (Se entiende que las medidas establecidas en el «Paquete de Higiene» son suficientes para garantizar la seguridad de los alimentos, sin necesidad de las medidas higiénicas que figuraban en los Reales Decretos y las Normas de Calidad).
- Evitar la confusión que puede generar en los administrados la existencia de estas normas, en algunos casos por ser obsoletas, y en otros casos por establecer requisitos más rígidos, sin dejar flexibilidad a los operadores para la consecución de los objetivos de seguridad alimentaria establecidos en los reglamentos comunitarios.
José María Ferrer, Jefe del Departamento Legislativo del Centro Tecnológico Ainia, apunta además un tercer motivo: que los operadores económicos en España estén en la misma situación de competencia que el resto de los operadores europeos. Es decir, hasta ahora los yogures españoles estaban en desventaja dentro del mercado europeo al estar marcados obligatoriamente con una fecha de caducidad de 28 días, frente a otros productores con libertad para fijar una fecha de consumo preferente (mayor o menor en función de sus características). Con esta medida, los productores nacionales podrán competir en el mercado europeo en igualdad de condiciones. Pero no sólo eso. Esta medida implica además que dentro del mercado nacional se añade un nuevo elemento de competencia, de modo que un yogur con una vida útil prolongada, en principio, tendrá más demanda y más valor añadido que otro que dure menos. En mi opinión, no era lógico que yogures con diferentes características (con o sin fruta, con o sin azúcar, etc.) y elaborados bajo diferentes condiciones (tecnificación del proceso, higiene de las instalaciones y los equipos, etc.) tuvieran por ley la misma fecha de duración (por poner un ejemplo, un yogur con fruta, en principio es más susceptible de sufrir alteraciones que otro sin ella).
– Desperdicio de alimentos
Reacciones a la decisión
– Las asociaciones de consumidores
– La industria láctea
– Los expertos
Conclusiones
Si te quedas con ganas de más, te recomiendo este artículo del estupendo blog de @juan_revenga.
Fuentes
– Corry, J.E.L.; Curtis, G.D.W. y Baird, R.M. (2003). Handbook of Culture Media for Food Microbiology. Ed. Elsevier Science B.V. Amsterdam, Países Bajos.
– Fleet GH. (1990). Yeasts in dairy products. Journal of Applied Bacteriology, 68, 199-211
– Gčosta Bylund, M. (2003). Manual de industrias lácteas. Ed. Mundi-Prensa Libros.
– Jordano-Salinas, R. (1984). Evaluación de la contaminación del yogur por coliformes, E. coli y enterococos. Archivos de zootecnia 33 (125), 19-26.
– Man, D. y Jones, A. (2000). Shelf life evaluation of foods. Aspen Publishers, Inc. Maryland, EEUU.
– Michael Eskin, N.A. (1990) Chemistry of foods. Ed. Academic Press, Inc. Londres, Inglaterra.
– M.T. Montagna, M.T.; Erroi, R.; Sanapo, S.; Caggiano, G.; Bagordo, F. y De Donno, A. (1998). Food products and fungal contamination. Note I. Preliminary investigation in commercial yoghurt. Journal of Preventive Medicine and Hygiene, 39, 68-70.
– Serra, M.; Trujillo, A.J.; Pereda, J.; Guamis, B. y Ferragut, V. (2008). Quantification of lipolysis and lipid oxidation during cold storage of yogurts produced from milk treated by ultra-high pressure homogenization. Journal of Food Engineering, 89(1), 99–104
– Tamime, A.Y. y Robinson, R.K. (1991). Yogur. Ciencia y Tecnología. Ed. Acribia S.A., Zaragoza, España.
– Orden de 1 de julio de 1987 por la que se aprueba la Norma de Calidad para el yogur o yoghourt destinado al mercado interior.
– Directiva 2004/41/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 21 de abril de 2004
– Directiva de la Comisión de 26 de mayo de 1989 relativa a las condiciones generales de higiene en las explotaciones de producción de leche.
– Reglamento (CE) Nº 2074/2005 de la Comisión de 5 de diciembre de 2005
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/04/02/actualidad/1364903917_757107.html
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http://www.eldiario.es/politica/CECU-demandara-implicados-supresion-caducidad_0_118288713.html
http://www.europapress.es/sociedad/noticia-canete-pregunta-seguridad-alimentaria-si-puede-retrasar-caducidad-yogur-20130208141846.html
http://www.aesan.mspsi.es/AESAN/web/notas_prensa/publicacion_real_decreto_176_2013.shtml
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https://gominolasdepetroleo.com/2012/01/yogur.html
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