Hasta hace bien poco, las uvas que encontrábamos en las fruterías eran de dos tipos: blancas y tintas. Eran pequeñas, esféricas y tenían pepitas. Hoy en día, son muy diferentes, sobre todo porque esas se destinan casi exclusivamente a la elaboración de vino y, en su lugar, se han ido imponiendo otras variedades más adaptadas al consumo doméstico; entre ellas, la uva moscatel, de tamaño más grande y más resistente. Pero también existen muchas otras de características bien distintas: color, sabor, forma, textura… Las que últimamente más han llamado la atención son las uvas Cotton Candy y su asombroso sabor a algodón de azúcar. Y hay otras muy curiosas, como las Funny Fingers, con forma de guindilla, o las K2, que recuerdan al sabor del mango. Muchas personas miran estas frutas con desconfianza y se plantean: ¿Cómo se consiguen esas variedades tan curiosas? ¿Acaso son transgénicas? ¿Podemos comerlas sin problema? ¿Son tan saludables como las tradicionales? ¿Sería mejor elegir algo más “natural”? Pero esto no solo pasa con las uvas, como veremos a continuación. (Seguir leyendo en Consumer)
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